HISMA, ROWAK y SOFINDUS, las empresas pantalla alemanas
SOFINDUS
SOFINDUS, estaba estructurado en tres grupos.
El primero dedicado al mercado agropecuario, compañias agrícolas, Scholtz hermanos y Agro S.A les pertencian, algun@s flipareis porque algunos todavía existen.
El segundo, estaba dedicado a a los transportes y servicos. Transportes Marion Y Nova
El Tercero se dedicaba al comercio de materias primas y explotación de mineria. Lesaca S.A, y los altos hornos de Vizcaya, empresas químicas cómo, Behring AG, Bayer, Merk. Muchas de estas empresas están funcionando
Divisas nazis en la orilla del Támega
La
red empresarial que bajo el nombre
Sofindus poseían los nazis en España tras la Guerra Civil, incluía dos sociedades afincadas en Verín dedicadas a evadir capitales
Minuciosa investigación de Carlos Collado sobre los intereses de la Alemania de Hitler en España
EL CONDE DE ARGILLO, CONSUEGRO DE FRANCO, FUE TESTAFERRO DE LOS NAZIS
Por José García Abad
E l conde de Argillo fue testaferro de los nazis para ocultar la verdadera propiedad de ciertas empresas alemanas instaladas en España. La información aparece en el libro, muy documentado, de Carlos Collado Seidel, España, refugio nazi, que acaba de aparecer. Collado ha dedicado su trabajo investigador a la Alemania de Hitler y la España de Franco. Nació en Munich en 1966, estudió en las universidades de Munich y Complutense de Madrid, ha sido profesor de la UNED y actualmente ejerce en la Universidad de Marburg.
Durante la Segunda Guerra Mundial, los alemanes se centraron en actividades industriales aplicables a la actividad bélica. Crearon para ello el holding Sofindus, del que luego hablaré. Dentro de este entramado tuvieron especial relevancia las empresas mineras como Fluoruros, S.A., e Importaciones de Minerales, S.A., fundadas en 1942. Hacia de testaferro y presidente del Consejo de Administración el conde de Argillo, el consuegro de Franco, quien al mismo tiempo figuraba en las juntas directivas de Aralar, Montañas del Sur y Sierra de Gredos. Otra empresa de características semejantes era Somar, fundada igualmente en 1942 por tres testaferros, con capital aportado por el consorcio Sofindus para la explotación de yacimientos de wolframio. También en este caso Argillo estaba en la directiva.
La ‘cuenta Enrique’. Un caso especialmente curioso narrado por Collado fue la llamada cuenta Enrique. Según las informaciones de los aliados, se trataba de una cuenta bancaria destinada a mantener encubiertos los fondos procedentes de Sofindus. Esta reserva de dinero secreta había sido creada por Johannes Bernhardt, el director del consorcio, y la administraban Enrique de la Mata y José María Martínez Ortega, conde de Argillo. Ambos eran hombres de negocios que durante la guerra habían colaborado con los alemanes en diversas actividades industriales y comerciales. Terminada la guerra, los aliados trataron de hacerse con el control de estas empresas, lo que fue aceptado oficialmente por el gobierno español que, sin embargo, en la práctica estableció numerosas dificultades. Al ser interrogados Argillo y De la Mata sobre los fondos de la mencionada cuenta, manifestaron ante el Ministerio de Asuntos Exteriores que dirigía Alberto Martín Artajo ser los propietarios del dinero, que lo habían recibido poco antes de terminar el conflicto bélico y que se destinaba a mantener en funcionamiento empresas que les habían sido encomendadas, salvo una parte que servía como gratificación final. Un funcionario del ministerio confirmó que siempre había sido costumbre de los alemanes abonar una última gratificación a los españoles que colaboraban con Sofindus, con el fin de compensar posibles perjuicios después de finalizada la guerra.
Los aliados, sin embargo, opinaban que los administradores, ya antes de la entrega de las empresas –en este caso Floruros y Somar–, y dado el penoso estado de los activos, ya se habían resarcido por su cuenta largamente, y se ratificaron en su versión de que el dinero no se debía a una gratificación ni a una indemnización, sino que era lisa y llanamente un depósito secreto. Los aliados no lograron salirse con la suya y a finales de abril de 1951 volvieron a la carga exigiendo la entrega del dinero.La cuenta Enrique no fue el único deposito de dinero camuflado y los aliados continuaron rastreando cualquier pista que se les ofreciera.
El consorcio . Sofindus (Sociedad Financiera e Industrial) había sido fundada el año 1938 de acuerdo con los planes estratégico-económicos de los alemanes en España, país que desempeñaba la función de abastecedor de materias primas para la economía de guerra germana. Sofindus estaba estructurado en tres grupos: el primero dedicado al comercio de productos agropecuarios (Productos Agrícolas, Compañía General de Lanas, Compañía Exportadora de Pieles, Compañía de Productos Resinosos, Corchos de Andalucía, Scholtz Hermanos, y Agro S.A. de Explotaciones Agrarias Experimentales); el segundo estaba dedicado a los transportes y a los servicios (Transportes Marión y Nova), y el tercero, que era el mayor, se ocupaba de la extracción y el comercio de materias primas de explotación minera (Minerales de España, Montaña S.A. de Estudios y Fomento Minero, Montes de Galicia Compañía Exportadora de Minas, S.A. de Estudios y Explotaciones Santa Tecla, Compañía de Explotaciones Mineras Aralar, Compañía Minera Mauritania, Minas de Irún y Lesaca, S.A., Minera Nertóbriga, Compañía Minera Montañas del Sur, y Compañía de Minas Sierra de Gredos). En total, 20 empresas.
Hay que añadir otras entidades no incluidas en el consorcio, pero igualmente controladas por el Gobierno de Hitler, como Altos Hornos de Vizcaya, las sociedades mineras Montaña y Minerales de España, las químicas Behring AG, Bayer, Merk, etc. Según datos publicados por el Finantial Times en abril de 1944, el capital alemán controlaba mas de 900 de las 4.800 empresas –se supone que medianas o grandes– registradas en España.
Las empresas dedicadas a la extracción de wolframio, integradas en Sofindus ocuparon a partir de 1943 el interés central en la economía de guerra alemana en España y llegaron a arrojar beneficios, aunque estas empresas de suministros militares no estaban orientadas a la rentabilidad.
El ‘caso Bernhardt’. A finales de junio de 1945, los aliados exigieron la entrega de Sofindus y nombraron a un nuevo gerente. En julio, los locales fueron clausurados por orden del ministerio español de Asuntos Exteriores y entregados a los aliados. Hasta entonces Johannes Bernhardt era el director y propietario nominal del 60 por ciento del capital social. Fue uno de los alemanes mas influyentes en España y Franco en persona intervino para evitar su repatriación, pues haba prestado una ayuda importante para el apoyo de Hitler a la sublevación franquista.
Bernhardt fue miembro de la misión que durante la reunión de Bayreuth, en julio de 1936, logró la decisiva ayuda militar de Hitler. Franco le protegió desde agosto de 1944, dando a conocer que estaba preocupado por la suerte que pudiera correr. Hizo saber al ministro de Exteriores, Martín Artajo, que se extremaran las precauciones para que nadie pusiera en duda “la dignidad de su persona”. Franco le concedió la nacionalidad española en 1946 para impedir su extradición.
Consuegro del Caudillo. José Martínez Ortega, conde de Argillo, casado con María de la O Bordiú Bascarán, fue, como se sabe, el consuegro de Franco al casarse su hijo Cristóbal Martínez Bordiú, marqués de Villaverde, con Carmen Franco Polo. Al parecer el marquesado fue un título cedido a Cristóbal, que no era el primogénito. “Me parece –cuenta Pilar Franco– que los tres hermanos tienen título. Yo creo que a Cristóbal le cedió el título de marqués de Villaverde el mayor de sus hermanos. Creo que fue así. Todo esto son cosas que se dicen. Pero no creo que la descendencia tenga derecho a este título, a no ser que haya otro cambalache, claro. Eso se lo oí comentar a ellos. Que al faltar Cristóbal, el título pasa al mayor de los Martínez Bordiú”.
Cristóbal, el yernísimo, estuvo muy metido en el mundo empresarial, compatibilizándolo con su actividad como médico altamente pluriempleado. Pilar Franco cuenta en el libro citado: “Ni los Argillo ni los Villaverde influyeron políticamente. Rotundamente, no. Ni el Caudillo lo hubiera consentido, ni creo que a ellos les interesara la política. Los intereses de estos señores iban por otros derroteros muy distintos (...). Cosa muy distinta son las finanzas de los Villaverde. Sobre este asunto se ha hablado tanto, que sería cuestión de empezar y no acabar. El marqués de Villaverde fue nombrado consejero de Obras Electrosoldadas S.A.; su hermano Andrés, conde de Morata de Jalón, fue presidente de una compañía minera; José María, barón de Gotor, está relacionado con el Banco de Madrid, del que fue presidente el conde de Argillo, padre de todos ellos.” Y más adelante comenta: “Las brujas...he dicho antes que no creo en ellas, pero que haylas. Los Argillo. ¿Qué hacían revoloteando en torno a la minoría de El Pardo? ¿Quién fue la persona que recomendó a Felipe Polo para secretario particular del Caudillo?. Yo no lo sé ni podría decirlo. Pero a mí me da la impresión de que a mi hermano Paco no se le ocurrió la idea. ¿Cuestión de brujería? Lo cierto es que los hijos de Argillo –y que conste que excluyo al marqués de Villaverde, que me es muy simpático– se situaron económicamente pero que muy bien”.
El teniente general Francisco Franco Salgado-Araujo, secretario y primo del Caudillo a quien llamaban Pacón, da cuenta de un almuerzo del Caudillo con el conde de Argillo en El Pardo el 11 de enero de 1955: “En toda esta conversación –escribe en su libro Mis conversaciones privadas con Franco– el conde de Argillo censuró a Don Juan y dijo que cuando este creyó que iba a caer el régimen de Franco se apresuró a repudiarlo y a declararse independiente, firmando el célebre manifiesto”. “Yo siempre había creído –comenta Pacón con sorna– que uno de los que firmaron el célebre manifiesto era el conde de Argillo, y por eso me extrañó oírle hacer esta manifestación. Argillo continuó diciendo que toda España estaba con el Caudillo, que todo el mundo había visto bien cómo encauza la sucesión pero que lo que hace falta es que viva muchos años, que era el único, que la Patria se lo debía todo, y un sinfín de elogios que, aunque sean ciertos, no debía decirlos al interesado”.
Los refugiados. Desde 1944 –la Segunda Guerra Mundial concluyó en mayo de 1945– empiezan a llegar a España refugiados nazis. Aquí llegaron espías, miembros de la Gestapo, jefes del Partido Nazi, militares y altos funcionarios que temían las depuraciones ordenadas por los ejércitos ocupantes de Alemania. Los aliados presionaron para conseguir la extradición de todos ellos con éxito relativo. El gobierno de Franco, que se encontraba en una situación muy vulnerable, actuó con habilidad, aceptando la repatriación pero ralentizando su ejecución y salvando por distintos procedimientos a aquellos personajes con los que se sentía obligado.
Los casos más sonados fueron el de Pierre Laval, jefe del gobierno colaboracionista de Vichy, y el de Leon Degrelle, jefe del Rex, el movimiento nazi belga. El comportamiento del gobierno español fue diferente en ambos casos. Era el 2 de mayo de 1945 cuando Pierre Laval, acompañado por un pequeño grupo de personas entre los que se hallaban los ministros del gobierno de Vichy Maurice Gabolde y Abel Bonnard, descendía de un Junker luego de haber aterrizado en el aeropuerto barcelonés de El Prat. El ministro de Exteriores, Lequerica, quien hasta el verano de 1944 había sido embajador de España en Vichy,se muestra dispuesto a colaborar con los aliados pero no desea entregar a Laval directamente a los franceses. El Gobierno estaba, sin embargo, interesado en mejorar sus relaciones con Francia, sobre todo cuando estaban a punto de comenzar negociaciones sobre la futura situación de Tánger, que había sido ocupada por tropas españolas a mediados de 1940. Después de muchos forcejeos, Londres, Washington y París se pusieron de acuerdo: devolver a Laval en el mismo aparato en que había llegado al lugar de donde procedía, la ciudad austríaca de Liz, zona de ocupación norteamericana. Allí llegó Laval el 31 de julio de 1945, desde donde fue trasladado a París, procesado y condenado a muerte. La ejecución tuvo lugar el 16 de octubre.
El 7 de mayo de 1945 hacía un aterrizaje de emergencia en la playa de La Concha de San Sebastián un aparato en el que viajaba Leon Degrelle, fundador del movimiento de la extrema derecha belga Rex y jefe de la Legión Valona destacada en el frente del Este. Sin embargo, el procedimiento de retorno al punto de partida por el mismo camino y en el mismo aparato se hizo imposible pues el avión había quedado inutilizable en el aterrizaje. El 25 de agosto la policía hizo publico un comunicado según el cual Degrelle había sido invitado a abandonar en el término de siete días el territorio nacional. Mas, dado que el decreto de expulsión había sido cursado al interesado cuatro días antes de la nota hecha pública por la policía, todos los interesados entendieron que Degrelle para esas fechas ya había puesto pies en polvorosa. De declaraciones hechas posteriormente por el mismo Degrelle se podía deducir que su expulsión había sido una estratagema y que se encontraba escondido en España con el consentimiento de las autoridades.
Los dos austríacos más buscados, el conde de Seefried y Hans Lazar, el temible jefe de la propaganda nazi en España, no habían sido localizados cuando zarpó el barco que debería llevar a los refugiados desde Barcelona. El primero lo había excluido el ministro de Exteriores, a la sazón Alberto Martín Artajo, a instancias del príncipe Fernando María de Baviera, quien tenía estrechos lazos familiares con la Casa Real española. El segundo eludió la extradición por medio de certificados médicos. Uno de los alemanes más temibles a los ojos de los aliados era Hans Hoffman, quien durante la Guerra Civil había estado destinado en la Legión Cóndor. Hofmman era un personaje sin escrúpulos y altamente peligroso y figuraba como agente de la operación Ogro empeñado en mantener vivos los ideales del Partido Nazi en la posguerra. Gracias a sus excelentes contactos nunca fue repatriado.
El programa de repatriación había llegado a su fin en otoño de 1946. Después de tres expediciones por mar y seis por vía aérea, el balance hecho a mediados de noviembre daba el siguiente resultado: de las 255 personas especialmente buscadas en las listas de máxima prioridad, sólo 105 habían abandonado el país; 70 habían sido excluidas de la repatriación por causa de las recomendaciones y el resto se hallaba en paradero desconocido.
HISMA, ROWAK y SOFINDUS, las empresas pantalla alemanas
Con el inicio de la ayuda alemana a la causa nacional, y ante la voluntad de Hitler de que ésta fuese lo más discreta posible, se organiza una empresa pantalla destinada a dar cobertura civil a la misma. Nace así la HISMA (Hispano-Marokkanische Transport-Aktiengesellschaft), dirigida por Johannes Bernhardt y bajo control indirecto del Estado alemán. Bernhardt, el ciudadano alemán que facilitará el primer contacto entre los sublevados y Adolf Hitler, iniciará así una larga y poco conocida colaboración económica que se prolongará hasta el final de la Segunda Guerra Mundial.
El objetivo original de la HISMA, creada en julio de 1936, era el de dar apariencia privada a los primeros envíos de voluntarios y materiales, así como organizar la compra de suministros a las empresas alemanas. También encontramos entre las primeras acciones el puente aéreo para el paso del estrecho de las tropas marroquíes pero, rápidamente, aumenta los envíos y amplía sus actividades.
Pronto surge la necesidad de satisfacer la deuda por parte de la España nacional, en vistas de que la ayuda no será ni limitada ni breve. Los nacionales carecen de reservas de oro y de divisas, por lo que acuerdan pagar su deuda con los alemanes mediante un trato económico preferente para el establecimiento de explotaciones industriales y agrícolas así como para el desarrollo de todo tipo de actividades mercantiles. La ROWAK (Rohstoff-Waren-Kompensation Handelsgesellschaft), nacida por orden de Hermann Göring en octubre de 1936, será la encargada de gestionar esas actividades y compensar así la deuda generada por la HISMA.
En 1937, tras el acuerdo económico bilateral entre Alemania y España, ambas empresas se integran en la Sociedad Financiera Industrial (SOFINDUS), un consorcio destinado a abastecer las materias primas y otros productos que los alemanes necesitan para su economía de guerra y que prolongaría su actividad hasta el final de la Segunda Guerra Mundial.
En 1939, por una ley española de salvaguarda de la economía nacional, ninguna empresa extranjera podía tener más del 25% del capital en España. Bernhardt se dedicó entonces a buscar testaferros españoles que figuraran como propietarios de muchas de estas empresas para intentar burlar la ley. Entre ellos encontramos a personajes tan conocidos como José María Martínez Ortega, conde de Argillo, padre de Cristóbal Martínez Bordiú, el yerno de Franco, y a Enrique de la Mata.
Bajo el mando de Bernhardt, SOFINDUS estaba estructurado en tres grupos: el primero dedicado al comercio de productos agropecuarios (Productos Agrícolas, Compañía General de Lanas, Compañía Exportadora de Pieles, Compañía de Productos Resinosos, Corchos de Andalucía, Scholtz Hermanos, y Agro S.A. de Explotaciones Agrarias Experimentales); el segundo estaba dedicado a los transportes y a los servicios (Transportes Marión y Nova), y el tercero, que era el mayor, se ocupaba de la extracción y el comercio de materias primas de explotación minera (Minerales de España, Montaña S.A. de Estudios y Fomento Minero, Montes de Galicia Compañía Exportadora de Minas, S.A. de Estudios y Explotaciones Santa Tecla, Compañía de Explotaciones Mineras Aralar, Compañía Minera Mauritania, Minas de Irún y Lesaca, S.A., Minera Nertóbriga, Compañía Minera Montañas del Sur, y Compañía de Minas Sierra de Gredos). En total, 20 empresas.
Hay que añadir otras entidades no incluidas en el consorcio, pero igualmente controladas por el Gobierno de Hitler, como Altos Hornos de Vizcaya, las sociedades mineras Montaña y Minerales de España, las químicas Behring AG, Bayer, Merk, etc. Según datos publicados por el Finantial Times en abril de 1944, el capital alemán controlaba más de 900 de las 4.800 empresas -se supone que medianas o grandes- registradas en España.
Como muestra de la importancia del consorcio, en 1941 las empresas de transporte que controlaba gestionaban unan flota de 53 barcos con una capacidad combinada de 55.000 toneladas. El wolframio, imprescindible para la fabricación de blindajes, supondrá una de las principales materias exportadas.
Entre 1939 y 1942, España practica una política intervencionista sobre el precio del Wolframio mientras que Portugal permite el libre comercio. Además, el estallido de la Segunda Guerra Mundial multiplica por treinta los precios y provoca un enorme contrabando de los productores españoles hacia Portugal, buscando un mejor precio. Según estimaciones de Catalán, entre 1940 y 1942 salieron unas 1.500 toneladas anuales de contrabando, lo que a precios de mercado podía suponer unos 600 millones de dólares.
En 1942 se produce la entrada de los aliados en el mercado del wolframio y se produce un cambio de política: Portugal establece a finales de 1941un precio máximo para el wolframio y España permite la libre fluctuación de los precios, llegando estos al precio medio de 247,75 pesetas/kilo en 1943, y eleva el impuesto a las 100 pesetas por kilo.
A principios de 1943 Estados Unidos y Gran Bretaña deciden acaparar la producción de materias primas estratégicas comprando el 77% de la producción pero en una fecha tan temprana como el otoño del mismo año, deciden abandonar esa estrategia en vista de su inutilidad. De las 3.550 toneladas producidas por España, según estimaciones inglesas, más otras 700 procedentes del contrabando con Portugal, los aliados solo consiguen 3.034, quedando así unas 1.200 toneladas disponibles para los alemanes.
Parte importante del éxito alemán se debe a que desde el final de la Guerra Civil las empresas alemanas han establecido explotaciones mineras propias y sus servicios asociados que controlan un 20% de la producción total española (sólo un 3% adicional procedía de otras fuentes).
En vistas del fracaso, los aliados deciden solicitar al Gobierno de Madrid el cese de las exportaciones a cambio de una compensación, pero no sólo no se produce el cese, sino que el ministro Demetrio Carceller comunica a los aliados que existe un acuerdo del año anterior para facilitar las compras alemanas con un crédito de 100 millones de RM a cuenta de la deuda de guerra que tiene España.
Ante esto, los aliados pasan a la acción y, a finales de enero de 1944, establecen un embargo de algodón, petróleo y trigo que sume en una difícil situación a la precaria economía española. En febrero del mismo año los españoles ceden y empieza un tira y afloja entre los partidarios de continuar con el suculento negocio (la mayoría del consejo de ministros) y los aliados, que pretendían el cese total de las exportaciones. Al final, en mayo de ese año, se acuerda que las exportaciones a Alemania se limiten a las cantidades de 1943, esto es, 755 toneladas. Naturalmente, las exportaciones de contrabando seguirán intentándose durante el resto de la guerra, en muchos casos, con la permisividad de las autoridades españolas incluso después del cierre de la frontera hispano-francesa en agosto de 1944.
A finales de junio de 1945, los aliados exigieron la entrega de Sofindus y nombraron a un nuevo gerente. En julio, los locales fueron clausurados por orden del ministerio español de Asuntos Exteriores y entregados a los aliados.
Johannes Bernhardt era el director y propietario nominal del 60 por ciento del capital social y, lógicamente, era uno de los alemanes más influyentes en España. Esta situación unida a su inestimable ayuda a los nacionales durante los primeros días de su sublevación, motivó que Franco en persona interviniera para evitar su repatriación concediéndole incluso la nacionalidad española en 1946.
Fuente:
http://www.rojoyazul.net/civilis/industria/sofindus.htm
DESCLASIFICACIÓN DE DOCUMENTO
El artículo se basa en la desclasificación de documentos de Suiza.
Esto me interesó, precisamente por ser un docuemnto desclasificado.
Hay abundancia de enlaces, sobre el tema.Un saludos Comandantes y que disfruten d eun buen fin de semana. Kamille
Fuente:http://www.diariocordoba.com/noticias/noticia.asp?pkid=40260
El ex presidente argentino se relacionó estrechamente con el Tercer Reich, según revelan documentos secretos de los servicios de inteligencia suizos, que han sido desclasificados recientemente
Juan Domingo Perón mantuvo relaciones estrechas con el nazismo, según se desprende de los documentos del servicio de inteligencia de Suiza que ahora han sido desclasificados.
El expediente suizo sobre el ex presidente argentino cubre hasta su fallecimiento, el 1 de julio de 1974, y arranca en 1960, cuando Suiza sospechaba que, exiliado en Madrid, tras ser derrocado en 1955, pretendía radicarse en Gland, cerca de Ginebra, en una casa que, en teoría, era propiedad de su compatriota y amigo Silvio Carlos René Tricerri.
Adquirida en junio de 1955, el mes en que Perón logró atajar un intento de golpe de Estado que lo expulsó del poder tres meses después, la mansión se llamaba Les Charmettes. Su titularidad la ejercía una sociedad del mismo nombre, controlada por Tricerri, un rico comerciante de granos establecido en Lausana que visitaba a Perón en Madrid.
HOLDING DEL TERCER REICH
El seguimiento realizado por la policía suiza a Tricerri llegó hasta su hermano Fernando, también domiciliado en Lausana. Una nota del 4 de abril de 1960 lo sitúa dirigiendo la sucursal de la S
ociedad Financiera e Industrial (Sofindus), con base en España y considerada el hólding de la retaguardia financiera del Tercer Reich. Sofindus fue montada por Johannes Bernhardt, un general de la SS subordinado de Walter Schellenberg, responsable del contraespionaje nazi en el extranjero, quien la nutrió con capitales durante la segunda guerra mundial.
Casado con la alemanoargentina Elena Wiedenbrück, hija de un ex cónsul honorario alemán con viñedos en Mendoza (Argentina), Bernhardt creó Sofindus en Madrid. La sociedad formó con otras dos empresas radicadas en España, Omoex e Hisma, una ingeniería comercial y financiera que facilitaba a Alemania productos químicos, eléctricos y agrícolas, así como servicios bancarios, navieros y de seguros. Al final de la guerra, trabajó blanqueando dinero y oro y dedicándose al tráfico de criminales de guerra.
El principio del hilo entre Sofindus y Perón aparece en 1946, cuando el presidente argentino creó los servicios de inteligencia y puso al frente a Rodolfo Rudi Freude, hijo del alemán Ludwig Freude, un multimillonario amigo de Perón. Con el fin de coordinar el traslado de los nazis perseguidos a Argentina, Perón designó en 1947 a Horst Alberto Carlos Fuldner, excapitán de las SS de origen argentino, y creó en Génova la Delegación Argentina de Inmigración en Europa.
LAS RUTAS DE FUGA
Fuldner, que nació y pasó su niñez en Buenos Aires, recibió formación militar en Alemania y fue agente particular del jefe de las SS Heinrich Himmler. Debido a ese cargo, participó en las actividades de Sofindus en Madrid. Finalizada la guerra y con un pasaporte de enviado especial del presidente de Argentina , Fuldner se convirtió en una pieza clave para lograr las autorizaciones, articular las coberturas y trazar las rutas utilizadas por los fugitivos que se refugiarían en Argentina, entre los que cabe destacar a Josef Mengele, el médico de Auschwitz; Adolf Eichmann, teniente coronel de las SS y ejecutor de la Solución Final; Gerhard Bohne, administrador del programa de eutanasia de Hitler; Erich Priebke, implicado en la matanza de las Fosas Ardeatinas de Roma, y Joseph Schwammberger, responsable de la represión de judíos en Polonia. En 1947, bajo el paraguas institucional de Freude y con la participación de Fuldner, el entonces embajador en Berna y hoy difunto Benito Llambí abrió un Centro Argentino de Emigración en la capital helvética. Allí se tramitaron visados y salvoconductos para que unos 300 criminales nazis viajaran a Buenos Aires con papeles de identidad extendidos a nombres falsos. Los archivos federales suizos atestiguan el paso de Fuldner por aquella central de reclutamiento, que funcionó hasta 1949.
Una vez en Argentina,
Fuldner --que murió en Madrid en 1992-- continuó asistiendo a los nazis fugados.
Los investigadores suizos no lograron desentrañar el origen de la fortuna de Silvio Tricerri, pero estaban convencidos de que trabajaba para traer a Perón a los alrededores de Lausana. El Gobierno suizo redactó una orden preventiva para impedir la entrada de Perón en el país. Se suponía que Perón había transferido una fortuna a los bancos suizos, vinculada a un extraño cargamento de 400 toneladas de oro. Paralelamente, se creía que el ex presidente reciclaba capitales del dictador dominicano Rafael Leonidas Trujillo. Nada de todo esto pudo ser verificado. Interrogado por la policía suiza el 2 de mayo de 1960, Tricerri negó ser el testaferro de Perón, pero admitió que éste había realizado inversiones en la empresa alemana Mercedes Benz, y afirmó que el proyecto de domiciliarse en Lausana había sido abandonado, al conocer la oposición del Gobierno federal
"Este greco me lo regaló Franco"
Johannes Bernhardt, general de las SS, se jactó ante sus amigos de haber recibido de Franco un cuadro de El Greco por su ayuda al golpe militar
La obra estaba en el salón de su finca La Elena en Tandil (Argentina) donde se retiró en los años cincuenta después de que los Aliados reclamaran su entrega
Franco con varios alemanes. El segundo por la izquierda es Bernhardt. / FRANCO, HITLER Y EL ESTADILLO DE LA GUERRA CIVIL (ALIANZA)
Finca La Elena en Tandil (Argentina). Verano de 1958. Un adolescente curioso y fascinado por el arte se detuvo delante de un cuadro y preguntó: ¿De verdad este cuadro es un
greco?
—Sí, me lo regaló
Franco por los servicios prestados a España. Me dijo que estuvo almacenado en el Museo del Prado, pero nunca expuesto. Este cuadro es la garantía de mi pensión.
—¡Nunca había visto un greco!
—No hay que fiarse de los tiranos. Si les haces un favor, es mejor que te lo agradezcan en el momento porque más tarde nunca se acuerdan.
Götz Dyckerhoff tenía 16 años cuando Johannes Bernhardt, general honorario de las SS y hombre clave en el golpe de Estado contra la República y en la victoria franquista, le confesó a él y a su padre la procedencia del cuadro que adornaba el salón de su casa de campo en la finca La Elena de la ciudad bonaerense de Tandil.
El nazi se había instalado allí hacia 1952 junto su mujer, Ellen Wiedembrüg, hija del antiguo cónsul alemán en Rosario, y sus tres hijos. Los Bernhardt buscaban la paz y seguridad que habían perdido en Madrid.
Lo guardo para mi pensión. Nunca se sabe lo que pasará en Argentina", dijo el nazi a sus invitados
Al terminar la Segunda Guerra Mundial, el hombre de
Goering en España estaba en el ojo del huracán. Los aliados elaboraron en 1947 una lista negra de 104 nazis residentes en España en la que Bernhardt ocupaba el séptimo lugar. Los vencedores pedían su captura y lo definían así: “General de las SS y presidente de Sofindus, institución perteneciente al Estado alemán. Responsable del envío clandestino de suministros a las tropas alemanas cercadas en la zona occidental de Francia durante y tras la liberación de ese país”. Sofindus era un grupo de 350 empresas alemanas en España al servicio de Hitler, un turbio entramado financiero plagado de testaferros españoles de los nazis que el hombre de Goering manejó a su antojo. Franco no entregó a ninguno de los 104.
Walter Dyckerhoff, el padre del chico que se interesó por el supuesto cuadro de El Greco, era un ingeniero alemán que había inventado el cemento blanco y le ofrecieron abrir una fábrica en Buenos Aires. En 1958, toda la familia se trasladó a Argentina y allí intimaron con los Bernhardt. Surgió una amistad que continuó cuando las dos familias regresaron en los años setenta a Alemania.
El joven inquieto por el arte es hoy un químico de 72 años que ha trabajado durante 30 en la industria farmacéutica, vive en Alemania y tiene grabada su visita a la finca La Elena y el enigmático cuadro de uno de sus pintores favoritos: “Las dos cosas que mejor recuerdo de ese viaje a Tandil son aquel cuadro y las paellas que hacían los empleados de la finca. Yo nací con arte, me crie con arte. Mis padres me llevaban desde niño a ver exposiciones, me enseñaban libros y fotografías. Me impresionó ver aquel cuadro. Bernhardt nos contó a mi padre y a mí que al salir de España Franco le dijo que quería hacerle un regalo, que aceptó, pero pidió que fuera transportable. Nos relató que le entregó tres cuadros, dos los había vendido para comprarse la finca en el Tandil, y el tercero, el greco, lo exhibía en su salón. Nos dijo: ‘Lo guardo para mi pensión. Nunca se sabe lo que pasará en Argentina. Si algún día tengo que marcharme”.
Los cuadros no eran el único regalo que Franco había hecho a Bernhardt, un astuto comerciante alemán que el 25 de julio de 1936, a sus 39 años, se entrevistó con Hitler en
Bayreuth y le entregó una carta del general español en la que este le pedía auxilio militar. Durante varios años, los Bernhardt disfrutaron de una elegante villa en Dénia de inspiración francesa, otro regalo del régimen. ¿De dónde provenían los cuadros que el hombre de Goering confesó haber recibido de Franco? ¿Eran fondos del Patrimonio Nacional? ¿Habían estado almacenados en el Prado? El greco que impresionó al joven Goetz, ¿era realmente un greco?
En 1939 Franco regaló a Hitler tres obras de Zuloaga
Días después del golpe militar, el
Gobierno de la República decretó la primera Junta de Incautación, Protección y Salvamento del Tesoro Artístico. Esta y otras juntas confiscaron las principales obras de arte públicas y privadas para salvarlas de los bombardeos y de la rapiña. “Todo lo que se evacuó del Prado a Ginebra volvió. Salieron más de 500 obras de los pintores más importantes, pero el Museo del Prado fue también uno de los depósitos de obras confiscadas a instituciones y a particulares, y ese greco pudo haber estado ahí”, señala Arturo Colorado, catedrático de arte y director del congreso
Patrimonio, Guerra Civil y Posguerra celebrado en El Prado en 2010. Y añade: “En la posguerra hubo miles de obras que no se devolvieron y que decoraron los despachos de los jerarcas del franquismo. El propio Franco adornó el castillo de Viñuelas, donde vivía, con cuadros que procedían de los depósitos republicanos”. “No me parece imposible que Franco regalara esos cuadros”, apostilla Gabriel Finaldi, subdirector de conservación del Prado. Leticia Ruiz, conservadora del museo y experta en El Greco, opina que “nada es descartable” cuando se habla de este pintor. “Siempre aparecen cosas, pero luego los expertos discutimos la autoría de la obra”. Rebeca Saavedra, doctora en Historia y autora de una reciente tesis sobre el patrimonio artístico durante la Guerra Civil, cree que este supuesto regalo de Franco a su amigo nazi es “factible”. “Muchas obras no volvieron a sus dueños”, asegura.
El historiador Ángel Viñas es quien mejor conoce la historia de Bernhardt y lo entrevistó antes de que este muriera en Alemania en 1980. “Ese regalo es posible, aunque en la relación de Franco con él había admiración y prevención. Le regaló ese cuadro o también puede que Bernhardt se quedara con él. Yo no me creí ni el 90% de lo que me contó”.
El supuesto greco regalado por Franco a Bernhardt es una incógnita, pero no su afición a gratificar a jerarcas nazis con obras de grandes pintores españoles. En 1939 el dictador obsequió a Hitler, pintor frustrado, con tres cuadros de
Zuloaga. Dos eran mujeres españolas con trajes típicos, y otro, una escena pastoril.
Götz Dyckerhoff, el adolescente fascinado por aquel misterioso cuadro en la finca La Elena de Tandil, es desde entonces un apasionado de Doménikos Theotokópoulos.